2023/02/24

24 de febrero de 1946: nace una nueva cultura

 

Toda revolución es también un cambio cultural que expresa las novedades en las costumbres sociales, la economía diaria y las aspiraciones populares. Transiciones ha habido siempre porque el cambio es consustancial a la historia y trae sus consecuencias. En el horizonte de las tradiciones políticas argentinas, el peronismo supo distinguirse desde sus orígenes por la capacidad para construir un imaginario colectivo que afirma el sentido unitario de la heterogénea fuerza política en formación.
El naciente peronismo provocó cambios en la relación de fuerzas en la puja distributiva entre los patrones y los asalariados que empezaron a sentir por primera vez que el Estado estaba a su lado. Las viejas jerarquías sociales comenzaron a resentirse, y algunos de los valores de la convivencia comunitaria que las clases sociales dominantes ejercían desde el siglo XIX entraron en crisis, como ser el laudo reivindicativo de los obreros, empleados y peones rurales que empezó a sentir el cambio de una nueva orientación.
De pronto, todo aquello que había sido invisibilizado, silenciado o reprimido por la cultura de las elites se había hecho presente y, fundamentalmente, comenzaba a convertirse en un proyecto de poder político. Los descamisados, los grasitas, los marginales que vivían en los márgenes de la fiesta de unos pocos comenzaban a invadir las ciudades del consumo. En el 45 habían conquistado sin pedir permiso esa ciudadela blanca y de “buena presencia” que de mil maneras les hacían sentir que no era de los de abajo. Llegaron 48 con sus ropas de trabajo, humildes, y sus modales groseros y, contra todas las reglas de urbanidad y buenas costumbres, retozaron en las plazas con sus cuerpos sudorosos a la vista y refrescaron sus pies en el agua de las fuentes que dejaron de ser intocables. Y como esos días la victoria fue de ellos, de ahí en adelante ya nunca más pidieron permiso.
(Del libro Perón en Campaña).